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Archivo Andrés Rebolledo Smitmans. Director ejecutivo de OLADE

OLADE prevé un crecimiento acelerado en proyectos de hidrógeno verde en LAC hacia 2025


En un mundo que avanza hacia la descarbonización, América Latina y el Caribe se posicionan como una región con un potencial excepcional para liderar la transición energética global. Con abundantes recursos naturales renovables y un crecimiento notable en la adopción de tecnologías limpias, el reto ahora es consolidar condiciones que permitan movilizar inversiones internacionales y desarrollar infraestructuras sostenibles. Sin embargo, las disparidades en los avances entre los países de la región y las crecientes amenazas del cambio climático plantean la necesidad de una estrategia colaborativa que acelere esta transformación y asegure la resiliencia de los sistemas energéticos.

Para analizar estos desafíos y oportunidades, Review Energy tuvo la oportunidad de entrevistar en exclusiva a Andrés Rebolledo Smitmans, director ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE). En esta conversación, Rebolledo profundiza en las estrategias necesarias para atraer inversiones, el auge del hidrógeno verde, los avances en movilidad eléctrica y las acciones para fortalecer la infraestructura energética en la región.

Review Energy (R.E.): ¿Qué estrategias clave debería priorizar América Latina y el Caribe para atraer inversiones internacionales en energías renovables, y cómo puede OLADE apoyar a los países más rezagados de la región para cerrar brechas de financiamiento en infraestructura energética sostenible?

Andrés Rebolledo Smitmans, (A.R.S): Para poder avanzar con los procesos de transición hacia economías más limpias, la región enfrenta el enorme reto de generar condiciones para movilizar un volumen de inversiones que no tiene precedentes.  Para ello es necesario identificar cuáles son los aspectos críticos y requerimientos mínimos que buscan los inversores, los promotores de proyectos y los organismos financieros.  Estos requerimientos generalmente van por el lado de una sólida institucionalidad, una regulación clara y equitativa, y estabilidad para el mediano y largo plazo, siendo este último el aspecto más crítico considerando que se trata de inversiones que se recuperan en períodos de tiempo relativamente largos.

Un aspecto clave para que la región pueda enfrentar con éxito este reto, es el trabajo coordinado desarrollado en un ambiente colaborativo entre los países.  En este ámbito OLADE tiene un rol fundamental al constituirse en el espacio propicio para la difusión de las buenas prácticas, el intercambio de experiencias, la formación de capacidades locales y la definición de metas y objetivos regionales que establezcan los grandes lineamientos del camino a seguir, atendiendo las distintas realidades individuales  de los países y las particularidades de cada una de las subregiones.

 

R.E.: ¿Qué avances específicos se esperan en la implementación de proyectos de hidrógeno verde en América Latina hacia el 2025?

A.R.S.:  La enorme disponibilidad de recursos energéticos renovables, hacen de América Latina y el Caribe, el espacio propicio para la producción a gran escala de hidrógeno verde, no solamente con fines de consumo local, sino también como un nuevo producto de exportación.

El despliegue de proyectos de hidrógeno verde en la región está en auge. Se reportan a la fecha más de 160 proyectos en diferentes etapas de desarrollo, distribuidos en 10 países de la región.

Se espera para el corto plazo que este desarrollo se acentúe en la medida en que se sigan reduciendo los costos de la generación renovable y el desarrollo tecnológico haga posible mejorar los niveles de eficiencia de los electrolizadores.

Por otro lado, siendo uno de los factores críticos en el proceso de producción de hidrógeno, el uso del agua dulce que se requiere para los procesos de electrólisis, se vislumbra también que el desarrollo de la tecnología haga posible en el futuro, el uso del agua de los mares, con lo cual esta industria llegaría a tener un desarrollo aún más acelerado.

Los procesos de almacenamiento y transporte del hidrógeno continuarán siendo factores críticos que tomar en cuenta.

 

R.E.: ¿Qué incentivos se recomiendan para acelerar la adopción de la movilidad eléctrica en la región, y qué deberían priorizar los países para desarrollar una infraestructura de carga accesible que reduzca costos para los usuarios finales?

A.R.S.:  La movilidad eléctrica si bien tiene un desarrollo incipiente en la región si la comparamos con otras regiones a nivel global, evidencia en los últimos años un crecimiento muy importante que merece ser destacado.  El parque de vehículos livianos electrificados ha crecido en promedio 1.400% en los últimos 4 años (2020-2024), con un incremento de 1700% en los vehículos híbridos enchufables (PHEV) y 1200% en los vehículos eléctricos puros (BEV).

En términos de unidades per cápita (unidades por cada 10.000 habitantes) el promedio regional de vehículos livianos electrificados (HEV, PHEV y BEV), se ubica en 3,8. Los 3 primeros lugares los ocupan Costa Rica, Uruguay y Brasil.

Al hablar de transporte, tenemos que referirnos necesariamente a las ciudades y los mecanismos que permitan incorporar sistemas de transporte sostenibles que contribuyan a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

La aplicación de estímulos tanto monetarios (exoneración o reducción de impuestos, aranceles, etc.) y no monetarios (libre circulación, espacios preferentes en estacionamientos públicos, etc.) para los vehículos electrificados sin duda contribuyen a una penetración más acelerada. Sin embargo, para mejorar la eficiencia y la seguridad en el transporte urbano, se requiere de acciones complementarias como la implementación de normativas que regulen el uso de vehículos autónomos, la implementación de sistemas de transporte inteligente y la promoción de la intermodalidad.

Por su parte para fomentar la innovación en el transporte, es necesario:

  • Revisar y actualizar las normativas vigentes para adaptarlas a las necesidades cambiantes de las ciudades y de la sociedad en general.  Esto implica la creación de marcos legales flexibles que permitan la implementación de soluciones innovadoras, como la movilidad compartida, el transporte eléctrico y la integración de tecnologías inteligentes en la infraestructura de transporte.

  • Además, es crucial promover la colaboración entre el sector público y privado para impulsar la innovación en el transporte, estableciendo alianzas estratégicas que permitan desarrollar e implementar soluciones disruptivas que mejoren la movilidad urbana en la región.

 

R.E.: ¿Qué acciones propone OLADE para mejorar la resiliencia de las redes energéticas ante el cambio climático e integrar sistemas de almacenamiento a gran escala para estabilizar la mayor penetración de renovables?

A.R.S.:  Para mejorar la resiliencia de las redes ante los impactos cada vez mayores del cambio climático, resulta indispensable incorporar dentro de la planificación, el análisis de riesgos y determinación de posibles impactos en la infraestructura energética. En este sentido OLADE ha venido desarrollando algunos proyectos que permiten delinear una metodología que pueda ser replicada por todos los países, que consiste en la incorporación de modelos climáticos y análisis de riesgos para identificar infraestructura y puntos críticos, y poder adoptar medidas preventivas y otras de respuesta rápida.

Por su parte el almacenamiento está más enfocado a la seguridad energética y constituye una alterativa que contribuye a manejar el impacto de la intermitencia de las fuentes renovables en la operación de los sistemas eléctricos. Cuando hablamos de almacenamiento, OLADE considera que es necesario extender este concepto a cualquier sistema que permita almacenar energía y no exclusivamente a los BESS (Battery Energy Storage Systems).  Tal es el caso por ejemplo de las “centrales hidroeléctricas reversibles”, que pueden constituir una opción viable para algunos países de la región.

 

R.E.: ¿Qué ejemplos de marcos regulatorios exitosos en autoconsumo y generación distribuida podrían replicarse en América Latina para empoderar a los consumidores?

A.R.S.:  La generación distribuida es una de las alternativas que aportan para una mayor penetración de las energías renovables en los sistemas eléctricos, dada su contribución no solamente por el lado de la reducción de emisiones en la producción de energía, sino también por sus efectos al reducir la presión sobre las redes de distribución, haciendo posible el diferimiento o reevaluación de las inversiones en expansión.

El éxito de la regulación se mide por sus resultados.  En este sentido existen algunos casos exitosos en la región, entre los cuales merece destacar Brasil, que en el 2023 alcanzó una participación de 12% de la generación distribuida y que aspira llegar al 16% en el 2027. Otro caso exitoso es Chile, que en el período 2018-2023 incorporó 230 Pequeños Medios de Generación Distribuida (PMGD) con una capacidad de 1.343 MW.

 

R.E.: ¿Con qué aspectos destacados se quedaría de este 2024 y qué espera ver en 2025?

A.R.S.:  El 2024 nos dejó algunas lecciones principalmente enfocadas a la necesidad de implementar acciones para mejorar la resiliencia de los sistemas energéticos ante los embates del cambio climático, cada vez más frecuentes y de mayor intensidad, marcados por la presencia de sequías prolongadas y graves inundaciones con daños en la infraestructura energética.  Estas experiencias, que llevaron a algunos países a condiciones de racionamiento, marcaron la necesidad imperiosa de trabajar de manera urgente en la búsqueda e implementación de mecanismos que permitan asegurar el abastecimiento, ratificando la importancia de la seguridad energética como aspecto prioritario de la agenda energética de la región.

Las experiencias del 2024 nos permiten afirmar que los países que pudieron manejar de mejor manera los impactos del cambio climático sin afectar al abastecimiento, fueron aquellos que tuvieron la posibilidad de recibir apoyo en el suministro desde sus países vecinos a través de la infraestructura de interconexión. Acelerar el avance de los procesos de integración energética en la región, constituye sin duda una necesidad cada vez más apremiante para asegurar el abastecimiento de la región.

Para el 2025 se prevé un crecimiento de 9% en la capacidad instalada total de generación eléctrica, con un incremento significativo de centrales eólicas y fotovoltaicas (más del 50% en ambas tecnologías), mientras que por el lado de la generación térmica el gas natural seguirá marcando una presencia cada vez mayor con un incremento de 4% y una reducción sostenida en plantas que funcionan con derivados de petróleo y carbón (64%).

Las tendencias regionales evidencian un camino sostenido hacia la diversificación en la producción de energía eléctrica, con una presencia cada vez mayor de las energías renovables (principalmente eólica y solar), y la generación térmica con gas natural.  Por su parte el almacenamiento de energía y la producción de hidrógeno verde continuarán su ruta de crecimiento.

En resumen, América Latina y el Caribe tienen un gran potencial para liderar la transición energética global, destacando en proyectos de hidrógeno verde, movilidad eléctrica y resiliencia climática. Para lograrlo, es esencial fortalecer la cooperación regional, las políticas públicas y atraer inversiones clave, posicionando a la región como un actor clave en la descarbonización mundial hacia 2025.

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