Chile es uno de los países más largos del mundo, con 4.300 km de longitud. Sin embargo, las reservas de combustibles fósiles tradicionales como el petróleo o el gas natural no son particularmente abundantes en el país o en su defecto, se encuentran en zonas extremas muy alejadas de los grandes centros de consumo.

A partir de este “déficit” de combustibles fósiles, durante buena parte del siglo XX la capacidad instalada de energía en Chile estuvo dominada por centrales Hidráulicas de Pasada y Embalses, mientras en paralelo se registraba un aumento sostenido de la presencia del carbón desde la década del 70’. Tras la crisis del gas con Argentina en 2008, las termoeléctrica en base a carbón aumentaron considerablemente su presencia. Hasta el día de hoy el carbón aporta la mayor cantidad de MW al sistema y en 2020 representaron el 35% de la matriz- con las negativas consecuencias medioambientales y sociales que ello conlleva. 

Esto ha motivado al país a tomar acción para descarbonizar la matriz con el cierre progresivo de centrales hacia 2040, con la ambiciosa meta de lograr la carbono-neutralidad en 2050. Y en este escenario, Chile es un país privilegiado en el concierto latinoamericano. Las nuevas tecnologías han revolucionado la generación de energía renovable no convencional sobre todo en la última década, lo que además de incidir en una mayor capacidad y eficiencia, han disminuido los precios para el desarrollo de estos proyectos. De hecho, las ERNC alcanzaron el 2020 el 21,84% de la matriz chilena, adelantando en cinco años la meta fijada por la ley de superar el 20%, que se esperaba lograr en 2025. 

Es así como Chile se encuentra ad-portas de dar un salto hacia adelante en materia energética, pero falta algo esencial: infraestructura de transmisión eléctrica capaz de trasladar esta energía renovable desde su punto de origen principalmente en el extremo norte de Chile, hacia las grandes ciudades en el centro y sur. 

Grandes proyectos como la Línea de Transmisión 2x500 kV Cardones – Polpaico construida y operada por ISA INTERCHILE, ha sido fundamental para ensanchar esta “autopista de electrones” y permitir que ingrese energía limpia. Sin embargo, obras de esta naturaleza o la próxima línea HVDC Kimal – Lo Aguirre, tienen asociadas varias complejidades por la extensión territorial que deben recorrer, en su tramitación ambiental, validación social y determinación del trazado. Esto incide en los plazos de construcción lo que puede frustrar las ambiciones de Chile de descarbonizar su matriz en las próximas dos décadas. 

En ISA INTERCHILE entendemos que, si queremos un futuro energético sostenible para las nuevas generaciones y aportar de forma significativa a mitigar los efectos del cambio climático, es fundamental el desarrollo armónico tanto a nivel técnico como normativo de toda la cadena compuesta por los segmentos de generación, transmisión y distribución de energía, de modo tal que el crecimiento de uno de estos, no se vea limitado por la lentitud en la tramitación de otros. 

Y si a esto le sumamos una Estrategia de Sostenibilidad que habilite el desarrollo de las comunidades y los territorios con programas innovadores de ISA como Conexión Jaguar (o Puma en el caso de Chile) y Conexiones para el Desarrollo que próximamente implementaremos en el país, abordamos en su integralidad el desafío de aportar a una transformación cultural desde sus cimientos, con la sostenibilidad al centro de todas nuestras acciones. 

Juntos y trabajando coordinadamente, podremos aprovechar el momento que vive Chile en materia energética y legar a las futuras generaciones un país responsable en el uso de sus recursos naturales, consciente del cuidado y respeto de su entorno medioambiental y que sabe conjugar armónicamente el crecimiento económico con el desarrollo social de las comunidades.